Albert Boada: la serie de las mujeres guerreras
Por Andrea García Casal, historiadora del arte y teórica
‘’Por lo que respecta al viaje —y dentro de la mutabilidad permanente de los símbolos modernos—, la Modernidad lo convierte en señal del cambio de estado de conciencia. […] [E]l símbolo-viaje moderno es una marca del cambio vital’’.
Luis Beltrán Almería. Estética de la Modernidad. 2025.
El filósofo Luis Beltrán ha concebido una serie de reflexiones en torno al concepto de viaje en el ensayo Estética de la Modernidad (2025). Para este autor, el viaje es comprendido como una categoría estética; no se trata, llanamente, de una temática que incorporar a la obra artística. Subyacen cuestiones profundas, por ejemplo, la idea de que el viaje, especialmente dentro de la Modernidad, evoca un cambio en el yo, en la existencia. Alude a una evolución personal, en ocasiones, a toda una iluminación que marca un antes y un después en la vida.
La pintura reciente de Albert Boada (Badalona, 1965) empieza a incorporar la presencia de la figura humana, de manera rotunda, en el año 2023. Sin embargo, es en 2024 cuando estrena una serie de obras con una temática relacionada, siendo denominada la serie de ‘’las mujeres guerras’’ por el propio Boada. Así, el autor concibe su trabajo más amplio y continuado reflexionando en torno a la mujer. Desde su punto de vista, se trata de un tipo de personaje femenino que podemos definir como la heroína que supera obstáculos, saliendo victoriosa en última instancia. No obstante, los impedimentos que rodean a estas protagonistas no suelen mostrarse en las piezas de este pintor, y por lo general, están implícitos en la propi figura de la mujer; en un yo inicial, el cual está atormentado, pero que consigue ver la luz después de un arduo trabajo de resistencia y lucha ante las adversidades.
Así, las protagonistas de las piezas de Boada transitan a lo largo de majestuosos paisajes, en su mayoría, desérticos, pues ‘’como paisaje psíquico, el desierto […] [evoca] mortificación, purificación, redención e iniciación. […] Ya sea el desierto físico o el imaginal, algunos de los que se aventuran en él tienen suerte. […] Uno observa y escucha y comienza a detectar las señales únicas y desapercibidas de la vida’’ (Varios/as autores/as del ARAS*, El libro de los símbolos: reflexiones sobre las imágenes arquetípicas, 2011).
Ciertamente, el paisaje ha sido un asunto muy abordado por nuestro artista antes de centrarse en los motivos humanos y animales. Su paisajística destaca por la reelaboración minuciosa de la realidad visible-tangible, plasmada en el soporte a través de una pincelada muy cuidada y siguiendo la cromática desde el ilusionismo. La capacidad técnica para dominar el género del paisaje es un recurso muy útil de cara a la plasmación de los entornos donde las mujeres guerreras encuentran la solución a sus problemas. No olvidando la cuestión de que el desierto es asimismo un ‘’paisaje psíquico’’, el cual alude a aspectos iniciático, pero especialmente sirve ‘’para detectar las señales únicas y desapercibidas de la vida’’.
De este modo, las heroínas se elevan a un estadio superior de conciencia, acompañadas por la inmensidad del paisaje, porque además ‘’la Grandeza de dimensiones es una causa poderosa de lo sublime‘’ (Edmund Burke, Indagación filosófica sobre el origen de nuestras ideas acerca de lo sublime y de lo bello, 1757). La estética de lo sublime habla de aquello que nos provoca una emoción fuerte, e incluso cierto miedo, debido a sus rasgos inabarcables. El mar, pero también el desierto, son paisajes sublimes por antonomasia, sobre todo cuando nos sumergimos en estos y sobrevivimos a su majestuosa severidad. O lo que es lo mismo, ‘’algunos de los que se aventura en él [en el desierto] tienen suerte’’, reza el libro obra del ARAS. El viaje como categoría estética, y la estética de lo sublime, conviven en la más abundante serie pictórica del artista catalán.
Las heroínas que protagonizan las obras de Boada terminan caminando por territorios angostos, aislados y vastos, descubriendo con el tiempo que, en realidad, son más afables que mantenerse en lugares aparentemente civilizados, pero llenos de constricciones —culturales, sociales, económicas, etc.—. Se descubren a sí mismas gracias a sus particulares éxodos, a sus epopeyas legendarias, al menos, en sus vidas. El desierto, pero también cualquier otro espacio donde la supervivencia sea clave, remite a la valentía de aceptar y mostrar nuestro verdadero yo, aunque la defensa de este nos resulte compleja.
Dice el filósofo Guillermo Solana que las ‘’heroínas modernas de la soledad, por otra parte, ya no se identifican con Penélope, sino con Ulises; no esperan al héroe ausente, sino que se convierten en viajeras como él’’ (Guillermo Solana, Catálogo de Heroínas, exposición del Thyssen-Bornemisza: Museo Nacional, 2011). En efecto, son mujeres actantes que combaten todo lo que las intenta diezmar. Lo que Beltrán mencionaba anteriormente respecto al valor del viaje moderno y su ‘’marca del cambio vital’’.
*Archive for Research in Archetypal Symbolism, que ha elaborado el libro basándose en las tesis del psiquiatra y psicólogo Carl Gustav Jung.
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