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Albert Boada: serie Amici Nobis

Por Andrea García Casal, historiadora del arte y teórica

 

‘’Es por ello que si la justicia es la obligación hacia el otro en tanto tal, hacia el extranjero en tanto extranjero, sin pedirle marcas ni señas de identidad, […] nos coloca frente al deber de pensar modos de ser hospitalarios con esos extranjeros más extranjeros que todos los extranjeros: los animales’’.

 

Los más extraños de los extranjeros: los animales en Actuel Marx / Intervenciones N° 12, primer semestre, 2012. Mónica B. Cragnolini. 2012.

 

Sin lugar a duda, la meditación lanzada por la filósofa Mónica Cragnolini es de sumo interés para comprender la serie pictórica Amici Nobis, creada por el artista que protagoniza el presente texto, Albert Boada (Barcelona, 1965). La filosofía de la animalidad, en la que se contextualiza Cragnolini, plantea debates y soluciones respecto a la pregunta de qué es el animal y cómo hay que tratarlo o no, advirtiéndonos que se trata del animal no humano, pues enmarca a los seres humanos también como animales, lo que realmente se trata una evidencia científica inexcusable. En todo caso, esta rama de la filosofía, relativamente joven, muestra cómo el animal humano es tratado a nivel global en calidad de alteridad. Cragnolini se refiere a esta idea con el término extranjero, ya que, si que si los derechos humanos buscan asegurar el trato justo, igualitario, en lo referente las personas extranjeras frente las que no lo son, se debería promover la misma política con el mundo animal; en ambos casos, seres humanos y animales se mantienen en un estado de indefensión, salvando las lógicas distancias. 

 

Las piezas que integran Amici Nobis dan una vuelta de tuerca, en la línea de la filosofía de la animalidad, respecto a cómo tratamos normalmente a los animales en el mundo y las alternativas posibles. También quiebra el estatus que ocupa el animal en la historia del arte, alcanzando sutilmente la actualidad. Normalmente, en el arte, y sobre todo, en la historia del arte, el animal es representado como alimento en preparación, pieza de caza o como cazador, es decir, el perro al servicio del ser humano en la cinegética. El género artístico para denominar la presencia de animales es conocido como animalística. En definitiva, aquí el animal, por norma general, está ya muerto o en vías de estarlo. Boada proporcional al animal, en su arte, un rango elevado y dignificante, bastante inusual en las prácticas artísticas a grandes rasgos.

Con todo, alteridad, lo otro, lo que no es humano, tiende a instrumentalizarse de un modo u otro. Hay animales que sirven para alimentarnos, otros como fuerza de trabajo, especialmente en las sociedades más rurales; en distintas circunstancias, los animales están para entretenernos, incluso más allá del cariño que se les pueda tener. Boada reflexiona en torno a estas cuestiones, especialmente centrándose en el concepto de humanización del animal, en la línea del animal como divertimento. No rechaza el afecto del ser humano hacia el animal en determinados casos, pero sí la noción de humanizar al animal hasta tal punto de que pierda sus características intrínsecas, transformándose en algo inclasificable. Siguiendo la teoría del filósofo Jacques Derrida, el animal pasa a ser un indecible; ‘’las oposiciones binarias […] gobiernan el pensamiento de la vida cotidiana, así como la filosofía, la teoría y las ciencias. Los indecibles perturban esta lógica de oposición. Se deslizan a ambos lados de una oposición, pero no encajan en ninguna de ambas partes’’ (Jeff Collins y Bill Mayblin, Derrida: una guía ilustrada, 2025). Así, determinados conceptos binarios —vida y muerte, bien y mal, verdadero y falso, día y noche, mujer y hombre, mente y cuerpo, …— se utilizan para regir la vida, establecer fronteras, determinar el principio y fin. El indecible se presenta cuando las categorías binarias presentan problemas internos que terminan quebrando su superficial rotundez. El caso más notorio está en las personas trans, quebrando las categorías mujer y hombre, pues toda categoría puede ser deconstruida y resignificada. 

 

Sin embargo, el animal como indecible no alcanza la categoría de ser humano ni tampoco la de animal, pues se le ha arrebatado tal opción. Se acerca más al zombi descrito por Derrida, que ni está vivo ni muerto, tratándose del indecible por excelencia para este autor, a pesar de que el zombi no existe. Además, al igual que el supuesto zombi, tampoco es actante y no puede elegir su condición. El animal humanizado adquiere rasgos de las personas sin buscarlo y tampoco puede librarse de estos. Esto es un dilema clásico que se presenta en los animales de compañía. Es fácil escuchar cómo un/a dueño/a da de comer alimentos humanos a su mascota, pensando solamente en que parece estar feliz disfrutando de esa comida, cuando puede granjearle graves deficiencias nutricionales, enfermedades e incluso la muerte. O el momento en el que el/la amo/a permite que sus animales duerman en la misma cama, que beban de la misma taza, sin pensar los riesgos existentes por llevar a cabo estas prácticas innecesarias, para ambas partes. Algunas otras situaciones claras para detectar la humanización del animal son cuando se le viste con nuestra indumentaria y/o se le lleva en un carrito de bebé, lo que incide en su ridiculización, incluso en su objetualización.

Boada percatándose de esto invierte los roles en sus obras, negando los papeles que la humanidad da a los animales y abriendo un abanico de posibilidades impregnado de crítica y fantasía. Desde un toque burlesco, hace que el animal se convierta en el/la dueño/a de la persona, alterando la posición propietario/a y mascota, que no deja de ser otra categoría de binarios opuestos. Asimismo, les concede cualidades especiales, por ejemplo, la capacidad de realizar trabajos como cualquier persona, de comunicarse con los seres humanos, etc. La investigadora Mara Martínez Morant afirma que ‘’las [y los] artistas, en su empeño de representar artísticamente cuestiones sociales, se han ocupado en comprometerse con denunciar el dolor humano, pero muy pocas se han ocupado de interpretar, representar o contar el maltrato y dolor de los otros animales’’ (Mara Martínez Morant, Animales no humanos en prácticas artísticas: algunos ejemplos desde el bioarte y el arte contemporáneo en Bodies, perceptions, design: comunicaciones de las jornadas, 2019). Nuestro protagonista intenta luchar contra esta opinión, la cual por otro lado es totalmente aceptable, imaginando un mundo más justo para el animal, concienciándonos a través de su plástica. De este modo es posible entender hasta qué punto el animal lo es o deja de serlo a nuestra conveniencia, lo que, en definitiva, niega su libertad, le constriñe. Incluso, aunque se le considere animal, el trato que se le propicia es generalmente inaceptable, pues se debe comprender que es un ser vivo y además sintiente. Si bien el pintor nos invita a investigar más sobre filosofía de la animalidad y acerca del antiespecismo de una forma indirecta, desde lo explícito nos ruega actuar con respeto y tolerancia hacia cualquier animal, haciendo un guiño a que los seres humanos también somos animales.

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