Esta serie pretende expresar todo aquello que todos sabemos, pero que a nadie le interesa mostrar. En nuestro interior sabemos la verdad, pero qué duro es reconocerla.
Albert Boada: Conturbant
Por Andrea García Casal, historiadora del arte y teórica
‘’Las obras de arte son imitaciones de lo empíricamente vivo, aportando a esto lo que
fuera le está negando. Así lo liberan de aquello en lo que lo encierra la experiencia
exterior y cosista’’.
Teoría estética. Theodor W. Adorno. 1970.
El filósofo Theodor Adorno, en Teoría estética (1970), cavilaba en torno al valor de la
obra de arte como elemento que da a conocer una realidad diferente o posibilita
distintas alternativas, frente a aquella realidad que nos rodea, constriñe y limita; se
trata de ‘’lo empíricamente vivo’’. El arte trasciende su apariencia y materialidad, va
más allá, desvelando verdades.
A este respeto, la serie Conturbant del pintor Albert Boada (Barcelona, 1965) es la viva
imagen de la crítica a la realidad, mostrando aspectos extraños e incluso sórdidos, los
cuales normalmente se invisibilizan a nivel normativo. A través de Conturbant, el
artista se centra en la noción de desconocimiento a causa de la ignorancia y los
problemas que acarrea. El no saber, el hecho de no poder profundizar en algo, ya sea
por limitaciones propias y/o ajenas, significa una condena. En muchos casos sí es
posible averiguar más información, pero tal vez el sujeto no perciba esta necesidad o,
de manera más fácil, la niegue de antemano. Otra opción es que considere cualquier
opción como llanamente inexistente en comparación con los datos que tiene en su
mano. En definitiva, la cerrazón mental desemboca en estupidez. Afirmaba el
historiador de la economía Carlo Maria Cipolla que ‘’[e]l pesado fardo de desdichas y
miserias que los seres humanos deben soportar, ya sea como individuos o como
miembros de la sociedad organizada, es básicamente el resultado del modo
extremadamente improbable —y me atrevería a decir estúpido— como fue organizada
la vida desde sus comienzos’’ (Carlo Maria Cipolla, Las leyes fundamentales de la
estupidez humana en Allegro ma non troppo, 1988).
De esta manera, Cipolla asevera la presencia de la estupidez desde tiempos
inmemoriales, siendo muy difícil luchar contra esta. Además, el individuo estúpido ha
sido y es un elemento discordante, imposible de controlar, la necedad encarnada que
actúa sin sentido, manifestándose en cualquier sociedad. El sujeto estúpido puede
articular posiciones de poder, siendo impredecible, además de funesto, perjudicando a
las personas que tiene a su cargo e, incluso, a sí mismo. Para Cipolla, la estupidez es
independiente de cualquier otra condición, por ejemplo, fenotipo, género, edad,
circunstancias sociales y/o económicas, etc. Es impermeable al tiempo y al espacio.
En la presente serie, las obras de Boada reflexionan en torno a esta cuestión. Así,
muestran a personajes que se percatan de la estupidez externa, la cual les gobierna,
impidiéndoles actuar con libertad, coartando su capacidad de acción, pero también
llevándolos al engaño, sesgando su pensamiento, dirigiendo sus vidas hacia ninguna
parte.
Sin embargo, estos protagonistas, tras cruzar una determinada línea y vivir una
experiencia en particular, sufren una repentina apertura mental. Boada plasma este
momento en sus piezas, llevando a cabo la negación de ‘’lo empíricamente vivo’’, que,
a su vez, está cubierto por la falsedad, por la máscara de la idiotez.
Se trata de la verdad desocultándose; los personajes están en una situación inesperada
donde se enfrentan, conscientemente, a la realidad en la que se enmarcan. Con todo,
seguir adelante se torna complejo. Así, la sensación de hallar la verdad, o de entender
la realidad de una manera distinta, se traduce en decepción y caos, puesto que la
estupidez ha estado manipulando el contexto —obras Superviviente de alguna
sangrienta batalla toma conciencia de la estupidez humana; Mujer desecha no se sabe
muy bien por qué, ambas de 2023—. En muchos casos, la ignorancia evita
preocupaciones mayores; asuntos que los protagonistas se encuentran sin esperarlos.
Hay una clara confrontación entre los personajes que descubren la verdad con
aquellos que prefieren evitarla o directamente no pueden alcanzarla. Estos últimos
viven en una zona de comodidad, se mantienen rodeados de todo aquello que les
resulta seguro. La información a su disposición puede estar restringida o no, pero
siempre la filtran lo bastante como para que no les desestabilice, sea cual sea su
disponibilidad y fiabilidad. Reducen cualquier dato que consideren trascendente a su
mínima expresión. Más que sencillos, son simples y así hacen de su vida algo fácil y
predispuesto a la sumisión. La estupidez puede apoderarse de estos sin oponer
resistencia, aún cuando estos individuos no son verdaderamente idiotas; resultan
únicamente demasiado cómodos para pensar, para hacer nuevos planteamientos,
existiendo con el menor ahogo posible en la realidad, acatando órdenes, no
complicándose.
A este respecto, el autor juega con escenarios imposibles y en estos, incluso, los
personajes están a gusto, al margen de la verdad, sin arriesgarse —obra Café en
Marte, 2023—. Esto recuerda a las meditaciones de la filósofa Hannah Arendt en su
estudio sobre la banalidad del mal; término que acuñó para describir la posición de
individuos de la talla del funcionario nazi y criminal de guerra Adolf Eichmann:
‘’[ú]nicamente la pura y simple irreflexión —que en modo alguno podemos equiparar a
la estupidez— fue lo que le predispuso [a Eichmann] a convertirse en el mayor criminal
de su tiempo’’ (Hannah Arendt, Eichmann en Jerusalén: Un estudio sobre la banalidad
del mal, 1963). Según el ensayo de Arendt, Eichmann hacía su trabajo en calidad de
funcionario nazi con precisión, sin mostrar deleite, ni arrepentimiento, por los hechos
que cometió. Así, mantenerse en un área de confort, ya no solo eludiendo, sino
directamente desconociendo lo demás, termina en una ignorancia que, a veces, deriva
en el ejercicio del mal, y la persona no puede reconocerlo. Sin lugar a duda,
Conturbant remite sutilmente a esta cuestión. La pieza clave en esta serie, ya citada, se
titula Superviviente de alguna sangrienta batalla toma conciencia de la estupidez
humana (2023) y aúna todas estas ideas: el militar, tras finalizar la contienda, descubre
la verdad, entiende que lo que ha hecho, y lo que ha padecido son auténticos
sinsentidos. La estupidez le cautivó, le ha controlado, pero también al bando contrario.
De todas maneras, el militar no seguirá en una posición de comodidad, la cual llevó a la
destrucción de su alrededor y de sí. No obstante, el dilema es que, tras salvar la
estupidez, ¿cómo escapar y continuar?